Teoría de la relatividad



La teoría de la relatividad está compuesta a grandes rasgos por dos grandes teorías (la de la relatividad especial y la de la relatividad general) formuladas por Albert Einstein a principios del siglo XX, que pretendían resolver la incompatibilidad existente entre la mecánica newtoniana y el electromagnetismo.
La primera teoría, publicada en 1905, trata de la física del movimiento de los cuerpos en ausencia de fuerzas gravitatorias, en el que se hacían compatibles las ecuaciones de Maxwell del electromagnetismo con una reformulación de las leyes del movimiento. La segunda, de 1915, es una teoría de la gravedad que reemplaza a la gravedad newtoniana pero coincide numéricamente con ella en campos gravitatorios débiles. La teoría general se reduce a la teoría especial en ausencia de campos gravitatorios.
No fue hasta el 7 de marzo de 2010 cuando fueron mostrados públicamente los manuscritos originales de Einstein por parte de la Academia Israelí de Ciencias, aunque la teoría se había publicado en 1905. El manuscrito tiene 46 páginas de textos y fórmulas matemáticas redactadas a mano, y fue donado por Einstein a la Universidad Hebrea de Jerusalén en 1925 con motivo de su inauguración.

Relatividad Especial 

La teoría de la relatividad especial, también llamada teoría de la relatividad restringida, publicada por Albert Einstein en 1905, describe la física del movimiento en el marco de un espacio-tiempo plano, describe correctamente el movimiento de los cuerpos incluso a grandes velocidades y sus interacciones electromagnéticas y se usa básicamente para estudiar sistemas de referencia inerciales. Estos conceptos fueron presentados anteriormente por Poincaré y Lorentz, que son considerados como originadores de la teoría. Si bien la teoría resolvía un buen número de problemas del electromagnetismo y daba una explicación del experimento de Michelson-Morley, esta teoría no proporciona una descripción relativista del campo gravitatorio.
Tras la publicación del artículo de Einstein, la nueva teoría de la relatividad especial fue aceptada en unos pocos años por la práctica totalidad de los físicos y los matemáticos, de hecho personas como Poincaré o Lorentz habían estado muy cerca de llegar al mismo resultado que Einstein. La forma geométrica definitiva de la teoría se debe a Hermann Minkowski, antiguo profesor de Einstein en la Politécnica de Zürich; acuñó el término "espacio-tiempo" (Raumzeit) y le dio la forma matemática adecuada.4 El espacio-tiempo de Minkowski es una variedad tetradimensional en la que se entrelazaban de una manera insoluble las tres dimensiones espaciales y el tiempo. En este espacio-tiempo de Minkowski, el movimiento de una partícula se representa mediante su línea de universo (Weltlinie), una curva cuyos puntos vienen determinados por cuatro variables distintas: las tres dimensiones espaciales (x,y,z) y el tiempo (t). El nuevo esquema de Minkowski obligó a reinterpretar los conceptos de la métrica existentes hasta entonces. El concepto tridimensional de punto fue sustituido por el de evento. La magnitud de distancia se reemplaza por la magnitud de intervalo.

Relatividad General

La teoría general de la relatividad de Albert Einstein es uno de los logros más imponentes de la física del siglo veinte. Publicada en 1916, explica lo que percibimos como fuerza de gravedad. De hecho, esta fuerza surge de la curvatura del espacio y del tiempo.
Einstein propuso que los objetos como el Sol y la Tierra variaban la geometría del espacio. En presencia de materia y energía, el espacio se puede deformar y estirar, formando cordilleras, montañas y valles que causan que los cuerpos se muevan por estas "rutas" curvas. Así que aunque la Tierra parezca moverse alrededor del Sol a causa de la gravedad, en realidad, tal fuerza no existe. Es simplemente la geometría del espacio-tiempo alrededor del Sol la que dice cómo debe moverse la Tierra.
La teoría de la relatividad general tiene consecuencias de largo alcance. No sólo explica el movimiento de los planetas, sino que también puede describir la historia y la expansión del Universo, la física de los agujeros negros, la curvatura de la luz de las estrellas y las galaxias distantes.

Más detalles de la relatividad General

El LHC gana a la agorera del fin del mundo


Los tribunales rechazan las pretensiones de la mujer alemana que quería detener los trabajos de la «máquina de Dios» por temor a que crearan un agujero negro que destrozara la Tierra





Como no podía ser de otra forma, los tribunales han echado un buen jarro de agua fría a la mujer alemana que demandó a la Organización Europea de Investigación Nuclear (CERN) por temor a que su acelerador de partículas, el LHC, también conocido como la «máquina de Dios», pudiera crear un gran agujero negro que acabase con todo lo que conocemos y precipitase el fin del mundo. El Tribunal Administrativo Superior de Münster ha rechazado sus pretensiones de paralizar el acelerador, dictaminando que no hay ninguna evidencia de que su trabajo suponga un peligro para la seguridad pública.
«La demandante... estaba preocupada porque los experimentos podrían producir agujeros negros que eventualmente podrían conducir a la destrucción de toda la vida en la Tierra», señala el tribunal. Sin embargo, los informes de seguridad del propio CERN descartan cualquier peligro para la vida. «Objetivamente, no hay evidencia para dudar de la veracidad de estos informes de seguridad ni se ha presentado ninguna prueba concluyente», sostiene.
Licuar el planeta
La mujer había fracasado en un intento anterior para detener el trabajo del CERN en el Tribunal Constitucional Federal de Karlsruhe. Otros opositores también han tratado de detener los experimentos, ya sea por temor a un súper agujero negro cuya gravedad se tragaría la Tierra o a una partícula teórica llamada strangelet que podría licuar el planeta.
Afortunadamente, ninguno de estos agoreros han tenido éxito en sus demandas. Después de una búsqueda que abarca casi medio siglo, los científicos del CERN detectaron en julio una partícula subatómica que puede ser el bosón de Higgs o «partícula de Dios», la que se cree que confiere masa a la materia. El CERN utiliza un laboratorio gigante subterráneo donde los protones se estrellan a casi la velocidad de la luz en el Gran Colisionador de Hadrones, produciendo datos luego son analizados para detectar signos del fugaz Higgs.

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LHC descubre el bozón de Higs: